viernes, 8 de mayo de 2015

LOS SECRETOS DEL CORAZÓN

  

Escrito por Luis Roca Jusmet

 El otro día vi una buena película sobre el dolor, que se llama Secretos del corazón.  Dirigida con maestría por John Cameron y protagonizada por una extraordinaria Niccolole Kidman.  El dolor es algo que sentimos los humanos. Lo sentimos a veces como emoción y a veces como sensación. La diferencia entre sentimiento y sensación es que el primero es más interno y el segundo más externo. Pero como explica el gran neurocientífico Antonio Damasio, en los dos casos lo sentimos de manera consciente, como algo propio. Ambos son corporales, pero los transformamos en mentales en el momento es que se convierten en una idea consciente y en una expresión lingüística. No solamente sentimos dolor sino que además somos conscientes de que nosotros somos los sujetos. Somos, a diferecnia de los animales, sujetos del dolor. A veces se confunde el sufrimiento con el dolor, pero se puede marcar una diferencia radical. El dolor es punzante, grita. El sufrimiento es sordo, silencioso. El sufrimiento se soporta, el dolor puede ser insoportable por su intensidad.
Trata del dolor provocado en unos padres por un hijo muerto, un niño de siete años. La madre de la protagonista también perdió a su hijo, un heroinómano de treinta años. La hija le pregunta a su madre si alguna vez el dolor desaparece y la madre dice que no, que nos acompaña hasta la muerte. Lo que cambia es la manera como nos acompaña, dice.

 En los sueños de la new age se decía que podíamos llegar a un estado, una especie de nirvana, en el que ya no sentiríamos más dolor. El budismo serio dice algo muy diferente. No dice que se pueda eliminar el dolor. Los budistas más avanzados también experimentan dolor, no se transforman en vegetales. Lo que consiguen es no identificarse con el dolor. Lo experimentamos, pero somos capaces de distanciarnos de él. Es lo mismo que dicen, dentro de nuestra tradición, los estoicos. Lo que podemos hacer es no identificarnos con el dolor. Ser sujetos que no nos identificamos con lo que sentimos, que lo aceptamos, pero lo dejamos pasar. Lo que sí plantean los budistas es que se puede eliminar es el sufrimiento, como estado emocional. Llegar a una serenidad interna en la que no existen estas pasiones tristes, como diría Spinoza. El drama, la queja y la lamentación forman parte de estas pasiones tristes. Aceptar el dolor, no luchar contra él, no identificarse con él. Esta es, quizás, la única salida. Porque Nietzsche ya vio muy claramente que apostar por la vida es aceptar la parte de dolor que comporta. No porque sea bueno, que Nietzsche nunca lo dijo, sino porque el placer y el dolor son manifestaciones de la vida y no puedes eliminaros, ni uno ni otro, sin eliminar la propia vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario