Escrito por Luis Roca Jusmet
Arnaud Desplechin dirige esta extraordinaria película francesa. Un inteligente guión, escrito por él mismo y Julie Pyer, le permite desplegar una singular historia que produce la rara sensación de ver algo nuevo. Es una película original, en el buen sentido de la palabra, es decir sin pretender serlo. Cuando acaba la película, al cabo de dos horas, he tenido la impresión de que ni siquiera había pasado la mitad del tiempo. Te atrapa de tal manera que no hay un solo momento en que baja el interés y la atención. Un auténtico placer para el cinélifo y una oportunidad de disfrutar del buen cine francés. El actor Mathieu Amalrich ( a quién vimos, entre otras, en "La Venus de las Pieles" de Polanski) borda su personaje. Acompañado por un buen elenco de jóvenes actores, muy a la altura de sus personajes.
La película es también una historia de como las constelaciones familiares condicionan y casi determinan nuestra propia vida, de como vamos arrastrando los conflictos y el dolor de las generaciones anteriores.
Es asimismo una historia de amor entendido como la búsqueda de lo imposible, de una fusión con el otro que nunca puede darse. Y de como este exceso puede llevar a su explosión.
Queda decir, por supuesto, que hay aquí toda exposición de las etapas de la vida que van de la infancia a una supuesta madurez que nunca es tal. De como vamos atravesando la infancia y pasando a la adolescencia y de esta a la juventud y finalmente a la adultez de una manera discontinua, de cuestiones pendientes sin resolver y de heridas que nunca acaban de cicatrizar.
La música, que va de la clásica al rap nos envuelve de una manera muy intensa en esta película hecha con sensibilidad, lucidez y capacidad narrativa.