domingo, 5 de junio de 2016

TRES RECUERDOS DE MI JUVENTUD




 Escrito por Luis Roca Jusmet  

Arnaud Desplechin dirige esta extraordinaria película francesa. Un inteligente guión, escrito por él mismo y Julie Pyer, le permite desplegar una singular historia que produce la rara sensación de ver algo nuevo. Es una película original, en el buen sentido de la palabra, es decir sin pretender serlo. Cuando acaba la película, al cabo de dos horas, he tenido la impresión de que ni siquiera había pasado la mitad del tiempo. Te atrapa de tal manera que no hay un solo momento en que baja el interés y la atención. Un auténtico placer para el cinélifo y una oportunidad de disfrutar del buen cine francés. El actor Mathieu Amalrich ( a quién vimos, entre otras, en "La Venus de las Pieles" de Polanski) borda su personaje. Acompañado por un buen elenco de jóvenes actores, muy a la altura de sus personajes.

 Filosóficamente me interesan varias cuestiones planteadas en la trama de la película. Uno es el tema de la identidad. La fragilidad de la identidad personal hecha, como decía Hume, a base de la imaginación y la memoria, es decir del recuerdo. El yo no deja de ser un relato que nos hacemos a nosotros mismos, una hilvanación de recuerdos. Y lo que nunca se olvida es lo traumático, por lo que siempre hay algo de dramático en nuestra historia. La historia de la duplicidad del pasaporte es una excelente metáfora para esta idea de la personalidad como ficción. Pero una ficción que se basa, por supuesto, en la consistencia del cuerpo. Somos, podríamos decir, un cuerpo que se da significaciones a sí mismo, al mundo y a los otros a partir de sus recuerdos. 
 La película es también una historia de como las constelaciones familiares condicionan y casi determinan nuestra propia vida, de como vamos arrastrando los conflictos y el dolor de las generaciones anteriores.
 Es asimismo una historia de amor entendido como la búsqueda de lo imposible, de una fusión con el otro que nunca puede darse. Y de como este exceso puede llevar a su explosión.
 Queda decir, por supuesto, que hay aquí toda exposición de las etapas de la vida que van de la infancia a una supuesta madurez que nunca es tal. De como vamos atravesando la infancia y pasando a la adolescencia y de esta a la juventud y finalmente a la adultez de una manera discontinua, de cuestiones pendientes sin resolver y de heridas que nunca acaban de cicatrizar.
 La música, que va de la clásica al rap nos envuelve de una manera muy intensa en esta película hecha con sensibilidad, lucidez y capacidad narrativa.